Brasil apuesta a la bioeconomía del agave para impulsar una de sus regiones más postergadas
- productoracontenid
- 26 ago
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En las tierras áridas del nordeste de Brasil, la empresa pública Embrapa (Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuária) y la firma Santa Anna Bioenergia están promoviendo un ambicioso proyecto de bioeconomía basado en el cultivo de agave. El objetivo es aprovechar esta planta originaria de México para producir etanol, alimentar ganado y captar carbono atmosférico en una vasta región semiárida que abarca partes de nueve estados del noreste, donde la lluvia es escasa, los suelos están degradados y la pobreza estructural limita las oportunidades de desarrollo rural.

A diferencia del modelo mexicano centrado en la producción de tequila, el enfoque brasileño del agave es integral. El agave es una planta xerófila —adaptada a ambientes secos— y requiere poco riego e insumos, aunque su ciclo supera los cinco años. Su versatilidad permite generar bioetanol a partir de su biomasa (en las llamadas “piñas”), alimentar rumiantes con sus hojas residuales y servir como sumidero de dióxido de carbono. Además de estudiar el Agave tequilana (tequilana Weber var. Azul), el proyecto evalúa otras especies como el Agave sisalana, tradicionalmente cultivado en Brasil para fibra de sisal; de hecho, se estima que hoy solo se aprovecha alrededor del 4% de la biomasa de esa planta. Los investigadores buscan mejorar integralmente el aprovechamiento: fertilización adecuada, manejo agronómico eficiente y procesamiento tanto de las piñas como de las hojas y subproductos, revirtiendo así la ineficiencia actual.
Desde marzo de 2025, un equipo de Embrapa viajó a México para intercambiar conocimientos con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap) y otros centros vinculados al tequila. Como resultado de este trabajo de transferencia tecnológica, Santa Anna Bioenergia importó 500 mudas de Agave tequilana Weber Azul, que ya se aclimataron en Brasil tras un período de cuarentena. En este contexto, se están instalando tres Unidades de Referencia Tecnológica (URT) piloto: la primera en Jacobina (Bahía) y las otras dos en Alagoinha y Monteiro (Paraíba). En total se plantarán 1.800 ejemplares para evaluar su comportamiento agronómico, potencial de biomasa y adaptabilidad al suelo y clima semiárido.
El proyecto abarca cinco años de investigación y desarrollo. Se realizarán ensayos para definir los diseños de siembra más eficientes, desarrollar esquemas de fertilización sostenibles y establecer parámetros para la mecanización de la cosecha, dada la dificultad actual de realizar estas labores manualmente. Uno de los ejes centrales es la creación de metodologías para medir científicamente el secuestro de carbono asociado al cultivo de agave y caracterizar químicamente la biomasa que se produce. En los laboratorios de Embrapa se está construyendo un panel de datos con métodos innovadores para evaluar el rendimiento energético del agave y estimar con precisión su aporte a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Además, el proyecto estudia el uso de los residuos del cultivo como forraje para ganado: los especialistas señalan que los restos del procesamiento para etanol pueden convertirse en una fuente valiosa de alimento para los rumiantes, especialmente durante la estación seca, cuando escasea el pasto.
No obstante, los investigadores destacan que uno de los principales desafíos es la mecanización del cultivo. Actualmente, incluso en México la siembra de agave se hace de forma manual, lo cual no resulta viable para producir en grandes extensiones. Embrapa está trabajando en desarrollar tecnologías específicas de maquinaria agrícola para agave. Para que esta bioeconomía del agave se convierta en una alternativa real y competitiva, será indispensable contar con equipos adaptados, infraestructura local adecuada y políticas públicas que apoyen su expansión a escala. Si se logra superar estos obstáculos, el proyecto promete generar empleo en zonas rurales, dinamizar cadenas productivas y ofrecer una fuente renovable de energía, contribuyendo así al desarrollo económico y social de las regiones más postergadas del nordeste brasileño.









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